Habían
pasado varios días desde el “accidente”, pero no había hablado
con Mike sobre lo sucedido. Había estado recapacitando sobre qué
iba a hacer a partir de ese momento, y las posibilidades no eran muy
buenas.
Había dimitido en el hospital, ya no le gustaba trabajar allí, desde que aquel muchacho murió por la sobredosis. Era muy difícil sabiendo que podía haber hecho algo al respecto.
La muerte que tanto temía había vuelto a aparecer. Ya no podía más, no podía seguir pensando que todas las muertes eran por su culpa.
¿Qué iba a hacer ahora? No quería volver con Mike, aunque lo quisiese más que a ella misma porque, ¿y si le ocurría algo malo por su culpa?
No había tenido noticias de Nico, lo que le daba a entender que se había dado cuenta de lo que le ocurría, o eso suponía.
-¿Seguro que estás bien?- preguntó Anne por décima vez.
-Sí, estoy bien.
-¿Y por qué parece que estás en otro planeta?- dijo mientras dejaba la taza de café en la mesa.
-Solo estoy pensando- dijo mientras observaba más allá de la ventana.
-Por favor, Amy. Has dejado el hospital, no has hablado con Mike, no sabes nada de Nico. ¿Qué pretendes hacer ahora?
“Eso mismo me pregunto yo” quiso decirle. Pero no quería alertar a su amiga ni
que se preocupara por ella.
-Quizá me valla de Nueva York- dijo por fin después de un largo e incómodo silencio.
-¿Cómo?- casi gritó.- ¡No puedes hacer eso!
Amy dejó de mirar las musarañas y la miró fijamente a los ojos, muy seria.
-Sí que puedo. Y de hecho, eso es lo que pienso hacer.
Acababa de tomar su decisión, quizá una decisión demasiado fácil.
-Por favor, piénsalo bien antes de hacer algo, ¿vale?- dijo su amiga.- Yo me voy ya.
Se levantó del sofá y se dirigió a la puerta. Antes de cruzarla volvió a mirar hacia la mujer que había allí sentada, su amiga. Cruzó la puerta y se marchó en silencio.
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-No
puedes hacer eso- escuchó al otro lado del teléfono.
-Sí que puedo.
-Pero, ¿y qué pasa con lo nuestro?- casi gritó.
-¿Qué, Mike? ¿Qué es lo nuestro? No hemos hablado más desde que ocurrió todo. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Crees que podemos arreglar las cosas?- dijo enfadada.
-Sé que te quiero, y es lo único que me importa- dijo él ahora en un susurro.
-No puedo- dijo susurrando ella también.- No puedo dejar que te pase nada por mi culpa.
-¿Y qué culpa tuviste tú? ¿Qué hiciste para que ese chico muriera? ¿Qué harás para que a mi me pase algo?- dijo de nuevo alzando la voz.
-Simplemente no puedo.
Estuvieron en silencio, no se podían decir nada.
-¿Dónde estás?- preguntó entonces él.
-Estoy en casa.
-Voy ahora mismo, tenemos que hablar.
Y colgó.
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Terminó
de meter sus maletas en el taxi. No tardó mucho, solo tenía tres
grandes y un bolso de mano.
Entró en el coche mientras pensaba en qué haría Mike ante lo que acababa de hacer. Pensó en las cartas que había preparado, en todo lo que había hecho.
Se odiaba a sí misma, por no tener el valor de decírselo a la cara, de decirles lo que iba a hacer, de despedirse...
Mientras el taxi arrancaba, un jadeante Mike llegaba a la casa. Subió todas las escaleras hasta llegar a la puerta del apartamento.
La puerta estaba abierta así que decidió entrar sin llamar. No había nadie, todo estaba en orden pero una cosa le llamó la atención; tres sobres sobre la mesa del salón. En uno se veía escrito “Mike”, en otro “Anne” y en el último “Nico”.
No le costó mucho descifrar la letra, era de Amy.
-Oh, no- dijo en voz alta-, no he llegado a tiempo.
Una lágrima recorrió su mejilla mientras cogía el sobre con su nombre y lo habría.
“Querido Mike;
Siento
tanto lo que he hecho... Sé que es una tontería dejar una carta
pero necesitaba explicarte, explicarte porqué me he ido. Te lo he
dicho mil veces; te quiero, y por eso no puedo dejar que te ocurra
nada. Y la mejor opción es marcharme lejos de aquí, donde no te
moleste. Encontrarás a alguien mejor, te lo aseguro. No te será muy
difícil olvidarme.
Por
otra parte te pido un par de favores, aunque sé que no es lo más
apropiado. El primero es que le des las otras dos cartas a Anne y a
Nico, te estaría muy agradecida. Lo segundo es que no me sigas. No
sabrás donde encontrarme, pero sé que revolverás cielo y tierra y
quiero que mejor dejes las cosas como están. Por tu bien.
Solo
quería despedirme, eso era todo. Te deseo lo mejor y aunque me
duela, espero que encuentres a alguien a quien querer que te trate
mejor que te he tratado yo.
Te
querrá siempre, Amy.”
Cogió
las dos cartas que seguían en la mesa y salió disparado de allí.
Al salir miró en ambas direcciones, pero no la vio. Se había ido,
para siempre. No volvería.
-Joder- masculló.- No puede ser.
¿Cómo había llegado a hacer eso? Tenía una vida allí, en Nueva York. ¿Adónde se había ido?
En ese mismo instante una idea recorrió su mente. Creía saber a dónde había ido, y no iba a parar hasta encontrarla. No podía dejar a la persona a la que amaba se marchara de su vida así, sin más. Ni siquiera tenía un motivo sostenible.
¿Qué tenía que ver ella con las muertes? ¿Qué podía hacer ella para evitarlas?
Decidió
no pensar más que en corre a todo lo que le daban las piernas para
poder llegar lo antes posible.