martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 5, segunda parte.~

Habían pasado varios días desde el “accidente”, pero no había hablado con Mike sobre lo sucedido. Había estado recapacitando sobre qué iba a hacer a partir de ese momento, y las posibilidades no eran muy buenas.

Había dimitido en el hospital, ya no le gustaba trabajar allí, desde que aquel muchacho murió por la sobredosis. Era muy difícil sabiendo que podía haber hecho algo al respecto.

La muerte que tanto temía había vuelto a aparecer. Ya no podía más, no podía seguir pensando que todas las muertes eran por su culpa.

¿Qué iba a hacer ahora? No quería volver con Mike, aunque lo quisiese más que a ella misma porque, ¿y si le ocurría algo malo por su culpa?

No había tenido noticias de Nico, lo que le daba a entender que se había dado cuenta de lo que le ocurría, o eso suponía.

-¿Seguro que estás bien?- preguntó Anne por décima vez.

-Sí, estoy bien.

-¿Y por qué parece que estás en otro planeta?- dijo mientras dejaba la taza de café en la mesa.

-Solo estoy pensando- dijo mientras observaba más allá de la ventana.

-Por favor, Amy. Has dejado el hospital, no has hablado con Mike, no sabes nada de Nico. ¿Qué pretendes hacer ahora?

“Eso mismo me pregunto yo” quiso decirle. Pero no quería alertar a su amiga ni 
que se preocupara por ella.

-Quizá me valla de Nueva York- dijo por fin después de un largo e incómodo silencio.

-¿Cómo?- casi gritó.- ¡No puedes hacer eso!

Amy dejó de mirar las musarañas y la miró fijamente a los ojos, muy seria.

-Sí que puedo. Y de hecho, eso es lo que pienso hacer.

Acababa de tomar su decisión, quizá una decisión demasiado fácil.

-Por favor, piénsalo bien antes de hacer algo, ¿vale?- dijo su amiga.- Yo me voy ya.

Se levantó del sofá y se dirigió a la puerta. Antes de cruzarla volvió a mirar hacia la mujer que había allí sentada, su amiga. Cruzó la puerta y se marchó en silencio.

~ # ~

-No puedes hacer eso- escuchó al otro lado del teléfono.

-Sí que puedo.

-Pero, ¿y qué pasa con lo nuestro?- casi gritó.

-¿Qué, Mike? ¿Qué es lo nuestro? No hemos hablado más desde que ocurrió todo. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Crees que podemos arreglar las cosas?- dijo enfadada.

-Sé que te quiero, y es lo único que me importa- dijo él ahora en un susurro.

-No puedo- dijo susurrando ella también.- No puedo dejar que te pase nada por mi culpa.

-¿Y qué culpa tuviste tú? ¿Qué hiciste para que ese chico muriera? ¿Qué harás para que a mi me pase algo?- dijo de nuevo alzando la voz.

-Simplemente no puedo.

Estuvieron en silencio, no se podían decir nada.

-¿Dónde estás?- preguntó entonces él.

-Estoy en casa.

-Voy ahora mismo, tenemos que hablar.

Y colgó.

~ # ~

Terminó de meter sus maletas en el taxi. No tardó mucho, solo tenía tres grandes y un bolso de mano.

Entró en el coche mientras pensaba en qué haría Mike ante lo que acababa de hacer. Pensó en las cartas que había preparado, en todo lo que había hecho.

Se odiaba a sí misma, por no tener el valor de decírselo a la cara, de decirles lo que iba a hacer, de despedirse...

Mientras el taxi arrancaba, un jadeante Mike llegaba a la casa. Subió todas las escaleras hasta llegar a la puerta del apartamento.

La puerta estaba abierta así que decidió entrar sin llamar. No había nadie, todo estaba en orden pero una cosa le llamó la atención; tres sobres sobre la mesa del salón. En uno se veía escrito “Mike”, en otro “Anne” y en el último “Nico”.

No le costó mucho descifrar la letra, era de Amy.

-Oh, no- dijo en voz alta-, no he llegado a tiempo.

Una lágrima recorrió su mejilla mientras cogía el sobre con su nombre y lo habría.

“Querido Mike;
Siento tanto lo que he hecho... Sé que es una tontería dejar una carta pero necesitaba explicarte, explicarte porqué me he ido. Te lo he dicho mil veces; te quiero, y por eso no puedo dejar que te ocurra nada. Y la mejor opción es marcharme lejos de aquí, donde no te moleste. Encontrarás a alguien mejor, te lo aseguro. No te será muy difícil olvidarme.
Por otra parte te pido un par de favores, aunque sé que no es lo más apropiado. El primero es que le des las otras dos cartas a Anne y a Nico, te estaría muy agradecida. Lo segundo es que no me sigas. No sabrás donde encontrarme, pero sé que revolverás cielo y tierra y quiero que mejor dejes las cosas como están. Por tu bien.
Solo quería despedirme, eso era todo. Te deseo lo mejor y aunque me duela, espero que encuentres a alguien a quien querer que te trate mejor que te he tratado yo.
Te querrá siempre, Amy.”

Cogió las dos cartas que seguían en la mesa y salió disparado de allí. Al salir miró en ambas direcciones, pero no la vio. Se había ido, para siempre. No volvería.

-Joder- masculló.- No puede ser.

¿Cómo había llegado a hacer eso? Tenía una vida allí, en Nueva York. ¿Adónde se había ido?

En ese mismo instante una idea recorrió su mente. Creía saber a dónde había ido, y no iba a parar hasta encontrarla. No podía dejar a la persona a la que amaba se marchara de su vida así, sin más. Ni siquiera tenía un motivo sostenible.

¿Qué tenía que ver ella con las muertes? ¿Qué podía hacer ella para evitarlas?
Decidió no pensar más que en corre a todo lo que le daban las piernas para poder llegar lo antes posible.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Capítulo 5, primera parte.~

La sala de espera estaba vacía, tan solo había dos personas sentadas en los sillones azules.

Amy cogía de la mano a Nico, que estaba sentado a su lado. Estaba muy nerviosa, después de todo lo ocurrido no sabía que pensar, que hacer o que decir. Simplemente esperaba ansiosa a saber algo sobre el muchacho.

La puerta blanca que observaban se abrió y casi inconscientemente Amy se levantó del sillón.

-¿Sabes algo?- le preguntó a su compañero.

-No estamos seguros de que sobreviva- dijo en un susurro.

Amy sintió que los ojos se les llenaban de lágrimas y que el corazón le daba un vuelco.

-Es solo una sobredosis, no puede morir- replicó mientras Nico se colocaba a su lado.

-Por lo que creemos alguien le echó droga en la bebida, droga muy fuerte.

Amy se quedó de piedra. ¿Quién sería capaz de hacer algo así? Y entonces se le vino a la cabeza unas palabras. “Estaba tan tranquilo aquí con sus amigos y entonces se cayó hacia atrás y sus amigos se largaron corriendo.”

Salió a correr a la calle, dejando en la sala a Nico y al médico boquiabiertos. No necesitó mirar hacia atrás para saber que Nico la seguía. Cuando consiguió cruzar la puerta lo vio.

No pudo seguir, necesitaba hacer algo pero no podía con él allí. Se derrumbó sobre sus rodillas dejándose caer en el suelo y hundió su cara en sus manos.

-¡Amy!- le gritó Mike pero ella ni siquiera lo miró, no podía mirarle a los ojos.

Escuchó los pasos que se acercaban a ella y entonces sintió que le fallaba todo; tenía que salvar a el chico, tenía que arreglar las cosas con Mike o por lo menos hablar con él y tenía que asegurarse que Nico no quisiera algo más que una amistad.

Los nervios y el estrés pudieron con ella. No pudo hacer otra cosa, se dejó caer al suelo y cuando oyó un segundo grito llamándola por su nombre sintió como alguien- no estaba segura si era Mike o Nico- se inclinaba junto a ella y la cogía en brazos.

-¿Mike?- consiguió susurrar.

-Estoy aquí, pequeña- contestó él y le besó la mejilla cariñosamente.

Confió en que Mike no dejaría que le ocurriera nada. Dejó de pensar y sin darse cuenta se quedó inconsciente.

~ # ~

-Eh, Nico, basta ya. No voy a permitir más esto- dijo Mike.

-¿Qué no vas a permitir? ¿Que me preocupe por ella?- contestó Nico.

Mike calló un segundo pero luego volvió al ataque.

-¿Qué pretendes?- le preguntó.

-Mira Mike, yo la quiero y no dejaría que nada malo le pasase. Aquí se queda la conversación, ¿está bien?- se reclinó en la silla.

Mike no contestó pero se quedó mirándolo desconfiado. No se fiaba de él ni un pelo. Creía que tenía algo que ver con Coral y con lo que había pasado.

El médico salió por segunda vez en muy poco tiempo, alertando a Mike que fue el primero en levantarse del asiento.

-¿Qué le ha pasado?- preguntó.

-A sufrido un ataque, pero ya está estabilizada- contestó el médico.

Mike suspiró de puro alivio y vio que Nico estaba a su lado.

-¿Podemos entrar?- preguntó Nico,

-De uno en uno, por favor.

-Entraré yo primero- se anticipó Mike.

Nico asintió vencido y se sentó en una de las sillas a esperar.

~ # ~

Su cuerpo yacía en la cama, inmóvil. Era difícil decir si estaba dormida o solo descansaba con los ojos cerrados.

Se acercó hasta la cama y se sentó en un sillón a su lado. Acarició su frente, lo que hizo que sus ojos se entreabrieran. Estaba despierta.

-Pequeña- le susurró al oído.- ¿Te encuentras bien?

Ella lo miró con sus ojos azules y le asintió levemente con la cabeza. Cerró de nuevo los ojos y abrió la boca para hablar, pero la volvió a cerrar.

-¿Quieres decirme algo?

Cuando abrió de nuevo los ojos pudo distinguir una lágrima.

-¿Qué te ocurre?- insistió.

-¿Qué... haces aquí?- dijo tartamudeando y tan bajo que no supo si la había oído.

-Fui a buscarte y entonces vi que salías del hospital y que caías al suelo. No pensaba dejar que te ocurriera nada.

-¿Y... esa...?- No podía hablar bien, tartamudeaba sin parar.

-¿Te refieres a Carol?- contestó inquieto.- No es lo que crees.

-¿Y qué es?- dijo esta vez más fuerte y claro.

 -Tendremos tiempo de hablarlo. Te lo explicaré en cuanto estés mejor.

Un silencio ocupó la habitación. Mike seguía acariciándole la frente y Amy con los ojos cerrados.

-¿Quieres ver a Nico?- preguntó después de unos minutos en silencio.

-Por favor.

Le besó la frente con ternura y se alejó de ella, no sin antes girarse y observarla de nuevo.

Era bella hasta cuando estaba enferma. Quizá era porque él la veía así, o porque simplemente lo era.

Salió de la habitación e indicó con un gesto a Nico que entrara.

~ # ~

-¿Estás bien?- volvió a oír Amy, pero esta vez de alguien diferente.

-Sí, estoy bien, Nico.

Se acercó y tomó el lugar que hacía un momento había ocupado Mike.

-Siento todo esto en serio...

-Shh- lo mandó a callar ella.- Tú no tienes culpa.

-Pero...

Esta vez no necesitó que ella lo mandara a callar, lo hizo solo. No podía decirle lo de Carol, ni que sabía quien era aquel chico que se debatía entre la vida y la muerte en la habitación contigua.

-Ya te he dicho que no te preocupes, estoy bien- sonrió.

-Vale.

Adiós tema de conversación, ¿de qué hablar? Lo más importante era que ella se encontraba bien, pero entonces una pregunta voló por su mente.

-Mike estaba allí, ¿lo llamaste?

-No- contestó-, pero me alegra que esté aquí después de todo.

-¿Por qué?

-No estoy muy segura, sinceramente.- Hizo una pausa para tomar aire.- Supongo que es porque eso significa que se preocupa por mí y que quería arreglar las cosas, ¿no?

Nico agachó la cabeza. No le había gustado su respuesta en absoluto.

-Supongo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 4, segunda parte.~


Los días parecían pasar en minutos, junto a Mike era todo tan maravilloso que no se dio cuenta de que el verano se había esfumado.

Era un día a principios de septiembre, se levantó a las siete y media, como de costumbre. Recogió sus cosas, se vistió y peinó y salió a casa.

Ya empezaba a refrescar a esas horas así que llevaba una rebeca a juego con su camiseta y sus pantalones oscuros.

De pronto vio algo extraño. Parecía que alguien la siguiera o la observara y pronto supo a que se debía la sensación.

-¿Nico?- preguntó al muchacho que andaba casi a su lado. Sí, era él, no cabía duda.- Cuanto tiempo, ¿no?

-Hola Amy, ¿qué tal?- Se colocó a su lado y le sonrió.

-Genial, ¿y tú? Hace tiempo que no te veo por el hospital- preguntó ella con curiosidad.

-No me puedo quejar. Sí, me han cambiado de planta.

-¡Que pena!- Intentaba ser lo más amable posible aunque sabía que eso podía herirle si aun no la había olvidado.

-Sí, la vedad. ¿Y a ti? ¿Cómo te va con Mike?- la miró a los ojos, a esos ojos azules que se grabaron en su corazón desde que la vio por primera vez.

-Muy bien, realmente bien- sin querer sonrió ante el recuerdo de su querido Mike.

-Aunque creas que no, me alegro- bajó la cabeza avergonzado.

-¿Por qué iba a creer que no?- intentó animarlo.

-Hice muchas tonterías.

-¿Cómo qué? Que yo recuerde solo nos interrumpiste una vez y no fue para tanto- intentó parecer segura.- Todo está olvidado.

-Gracias, en serio.

Antes de que pudiera contestarle divisó el hospital a escasos metros.

Entraron por la gran puerta y se separaron al llegar a sus respectivas plantas. 
Para ella aquel encuentro la alegró, en realidad, nunca había tenido nada en contra de él, al contrario. Pero para él había sido algo más.

Llevaba todo ese tiempo pensando y recapacitando sobre lo que Carol le había comentado en el bar aquel día y no creía que pudiera hacerle eso a Amy. En realidad, la idea era bastante buena pero, ¿cómo hace que Amy viera a Coral con Mike para que cortaran? Él la quería demasiado, no podía hacer que sufriera de esa forma. Si era feliz con Mike él no debía entrometerse.

Pero no todo era como él pensaba.

~ # ~

Se quitó la bata de médico. Acababa de terminar su turno y quería salir rápido de allí.

Al salir observó a su alrededor pero no estaba. Mike la había llamado y dicho que la recogería para ir a almorzar pero no lo encontraba.

Tras unos instantes lo vio, allí junto a una chica que no conocía y que parecía coquetear con él.

Nunca había sido celosa, ni siquiera se extrañó al verlo, pero entonces, mientras se acercaba, vio que la chica morena se acercaba a Mike y lo besaba.

No se lo podía creer. Algo recorrió su cuerpo, no sabía si era ira o celos pero lo que sabía era que no le gustaba aquel sentimiento.

Involuntariamente se giró y comenzó a correr de vuelta al hospital. No sabía exactamente que hacía. Era bastante impulsiva, solía hacer lo que su corazón le dictaba sin poder controlarlo y a veces se arrepentía.

Cuando estuvo a unos diez pasos del hospital se chocó con alguien: Nico. Este la agarró de los hombros para que no se cayera.

-Amy, ¿qué te ocurre?- preguntaba una y otra vez, pero ella no contestaba.
Subió la vista y al mirarlo a los ojos se echó a llorar. Nico la abrazó y ella le devolvió el abrazo.

No supo lo que le pasaba hasta que vio a Mike corriendo hacia donde se encontraban y a Carol unos pasos atrás mirándole.

Le pareció leer en sus labios un “te toca” pero no estaba seguro.

Ambos estaban tan confusos que se quedaron allí, abrazados mientras Mike los observaba unos metros atrás.

-¿Quieres que te lleve a casa y allí me cuentas?- preguntó Nico por fin.

Solo pudo asentir entre sus brazos. Era un abrazo cálido y sincero, pero no era de Mike.

Mientras andaban camino a su casa, pensaba como en menos de un mes se había hecho a Mike. Se había enamorado de él, casi dependía de él y eso no le gustaba. Hacía mucho tiempo que se había prometido a sí misma que jamás volvería a depender de un hombre.

~ # ~

-¿Estás bien?- preguntó mientras se levantaba del sofá.

-Sí, muchas gracias por todo.

-Recuerda que te he dejado mi número, si necesitas algo ya sabes.- Le sonrió mientras se acercaba a la puerta.

-Claro- señaló a la nevera- ahí está.

Sonrió de nuevo antes de salir por la puerta.

Nico era un chico amable, amistoso, atento, pero ella quería a Mike y hasta eso se cuestionaba.

Necesitaba salir, huir, irse de allí cuanto antes. Necesitaba irse de Nueva York, recapacitar un tiempo, o eso creía.

Pero entonces, el sonido de su móvil la alertó. Era del hospital, había una emergencia a la que tenía que atender. Muy cerca de allí, un chico se debatía entre la vida y la muerte. De nuevo, la muerte abatía contra ella y tenían que verse las caras.

Recordó aquel día, aquel día en que salvó a Mike. Sacudió la cabeza para quitar de su cabeza esos recuerdos y salió de su casa a toda prisa para atender la emergencia.

La calle estaba hasta arriba de gente andando de un sitio para otro a toda prisa. La ciudad siempre estaba así, desbordada, y entonces echó de menos el aire que recorría en su antigua casa, en su antigua ciudad, con su padre, observando las 
estrellas.

Empezó a correr a toda prisa, tenía la dirección y tenía que llegar lo más rápido posible.

Al llegar a aquella dirección, vio que no necesitaba echar la puerta abajo como cuando tuvo que entrar a por Mike, sino que el muchacho estaba allí, en mitad de la calle, inconsciente en el suelo rodeado de un montón de personas.

-¿Qué le a ocurrido?- preguntó Amy a una mujer que lo observaba.

-No lo sabemos, estaba tan tranquilo aquí con sus amigos y entonces se cayó hacia atrás y sus amigos se largaron corriendo.

Amy se hizo un hueco entre la gente y se inclinó ante el muchacho. Tendría unos veinte años más o menos. Parecía como sí...

-¡Es una sobredosis! ¡Apartaos, necesita respirar!- gritó.

Nunca había imaginado que sería eso, ¡una sobredosis en medio de la calle! ¿Cómo había sido tan estúpido?

El chico sentía convulsiones, los ojos le daban vueltas y tenía la respiración entrecortada y débil, su tez estaba demasiado pálida y sus labios tenían un tono violáceo, casi morado oscuro cosa que no era muy buena.

La gente no se apartaba, cada vez sentía más miedo por ese chico, y la ambulancia no llegaba.

-¡Apartaos, soy médico!- gritó de nuevo y la muchedumbre pareció apartarse un poco.

Supuestamente la ambulancia estaba en camino, pero tenía que hacer algo, por eso la habían llamado.

Le hizo la respiración de boca boca hasta que su respiración se vio menos débil y luego lo colocó de lado, cosa que se debe hacer ante un caso así.

A su lado escuchó un “¡Apartaos!”. Pensó que era la ambulancia, pero no, era Nico. Se colocó a su lado y le susurró.

-No te preocupes, están a unas manzanas.

Amy sintió que se desmayaría ella también, pero de alegría. Nunca la había alegrado tanto Nico.

-No sé si aguantará mucho más- le informó.

Entonces oyó el sonido de la sirena a unos metros y suspiró de alivio.

En menos de un minuto, el chico estaba dentro de la ambulancia y de camino al hospital.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Capítulo 4, primera parte.~


-Es precioso- dijo con lágrimas en los ojos.

 -Pensé que te gustaría- contestó él.

-Pues has acertado- terminó ella mientras lo miraba a los ojos y seguidamente lo besaba.

Empezaba a refrescar. En aquella parte de Central Park no se veía un alma. No había luces que impidieran ver las estrellas y los dos estaban abrazados.

Bajo sus brazos, Amy empezó a tiritar. Hacía un poco de frío y ella no iba con la ropa apropiada para combatirlo.

-¿Tienes frío?- le preguntó preocupado.

-Un poco, no te preocupes- dijo ella mientras se acercaba más a él.

Mike se giró y cogió algo de su mochila.

-Menos mal que venía preparado- le sonrió.

Cogió la manta, la estirazó y se la echo encima a Amy.

-Esto es perfecto.- Tras un segundo dudando decidió sincerarse.- Mi padre y yo solíamos contemplar las estrellas cada noche. Cerca de nuestra casa había un lugar...

No pudo continuar, tragó saliva y se aguantó lágrimas. Aquellos recuerdos eran demasiado dolorosos.

-No tienes que hacerlo. Hay tiempo- la animó mientras la abrazaba con más fuerza.

-Necesito hacerlo.- Paró un segundo.- Cerca de nuestra casa había un lugar perfecto para divisar las estrellas. Mi padre sabía mucho de eso, me enseño muchísimo.

Se oía la melancolía en su voz, no podía evitarlo.

-Lo querías mucho, ¿no?

-Muchísimo- no pudo aguantar las lágrimas, una de ellas se deslizó por su mejilla al recordar a su padre, aquel hombre de ojos azules y pelo claro, bonachón y un poco regordete por la edad que la crió lo mejor que había podido.

-¿Dónde vivíais?- preguntó Mike a su novia.

-Al norte de Nueva York- una sonrisa fugaz se escapó de sus labios.

-¿Y cuando te mudaste aquí?- se le veía interesado por su vida, su pasado, todo lo referente a ella.

-Cuando tenía dieciocho años me fui de casa- empezó ella-, me había enfadado con mi padre por culpa de un novio que tuve, Marcus, y me convenció de que me fuera con él. Nos vinimos aquí, empecé a estudiar la carrera de medicina, pero todo no fue tan bien como yo pensaba que iba a ser.

Mike la miró asombrado. No sabía nada de la vida de Amy y cuanto más sabía, más lo asombraba.

-Cuando me vine- prosiguió- pensaba que todo sería maravilloso; Marcus y yo viviendo juntos, yo estudiando lo que siempre quise... pero me faltaba mi padre.

-¿Y qué hiciste?- le animó Mike a seguir.

-Quise volver- otra lágrima rozó su mejilla- pero no pude. Marcus no quería que me fuera, me amenazó, me dijo que no sería feliz si no era con él.

La cara de asombro de Mike la ayudó a seguir. Necesitaba contárselo, ser sincera con él.

-Un día le pedí que fuéramos a ver a mi padre y se puso como un loco. Empezó a gritar y a romper cosas, el apartamento quedó destrozado y a mi... a mi me pegó.- Lo miró a los ojos mientras otra de sus lágrimas bajaba por su cara.

-¿Te... te pegó?- tartamudeó.

-Sí.

Su mirada se vio cegada por la ira que recorría todo su ser.

-¿Sabes dónde vive?- preguntó mirando al frente.

Ella calló mientras observaba sus manos inquietas.

-¿Sabes dónde vive?- repitió.

-No te lo he dicho para que vallas a por él y le pidas explicaciones- intentó calmarlo pero no podía, estaba demasiado alterado.

-No debió hacer eso, ¿cómo pudo?

-No lo sé pero no merece la pena, ¿vale?- le acarició y luego lo besó.- Ya eso 
pasó y ahora estamos bien tú y yo aquí observando las estrellas.

Un silencio incómodo los inundó por completo hasta que Amy se giró y lo miró a los ojos.

-¿Mike?

Este que estaba mirando al frente movió la cabeza y la miró. Al ver las lágrimas en sus ojos supo que no quería que se metiera en eso.

-Te quiero- dijo él.

-Yo más.

~ # ~

-Una tostada por favor- pidió amablemente.

La señora se encaminó a la cocina y al poco volvió con la tostada en las manos.

-¿Quieres mantequilla?- preguntó la camarera.

-Por favor.

La camarera sonriente le pasó la mantequilla y le deseó buenos días mientras que él ya empezaba a untar su tostada.

-¿Perdona?- escuchó a sus espaldas un segundo después.- ¿Eres Nico?

-Sí- dijo extrañado y dejando su tostada bañada en mantequilla sobre el plato.- 
¿Y tú eres...?

Aquella chica morena, de ojos pardos y de estatura media sonrió.

-Soy Carol- le tendió la mano para estrechársela.- Encantada.

Nico se quedó boquiabierto. ¿De qué lo conocía esa tal Carol? Él no la había visto en su vida.

-¿Nos conocemos?

Carol sonrió mientras miraba al suelo. A Nico no le parecía una buena señal, pero esperó a que ella se decidiera a hablar.

-Ahora sí. ¿Puedo acompañarte?- dijo señalando a la silla que había al su lado.

-Por supuesto- dijo él antes de llevarse la tostada de nuevo a la boca y darle un gran mordisco.

-Camarera, un café con leche, por favor- pidió Carol.- Y bueno, ¿no me vas a 
preguntar por qué estoy aquí?

La camarera llevó su café y le cobró. Carol se limitó a remover el café y sorberlo.

-¿Por qué estás aquí?- preguntó Nico después de terminarse la deliciosa tostada.

-Porque creo qué tú y yo tenemos algo en común- lo miró recelosa mientras bebía el último sorbo de su café.

-¿Y qué es ese “algo”?

-Que ni tú ni yo queremos que Mike y Amy estén juntos, ¿no?- dijo Carol remarcando cada palabra y dejando a Nico sin aliento.

lunes, 22 de octubre de 2012

Capítulo 3, segunda parte.~

Colgó y dejó el móvil encima de la mesita de noche donde había estado toda la noche hasta hacía unos minutos y se dispuso a abrir la puerta.

Se deslizó hasta la puerta y la abrió cuidadosamente. Encontró una sonrisa detrás de ella y supo que tendría compañía para un buen rato.

-Dios mío, me he enterado, me lo tienes que contar todo, con lujo de detalles. ¿Puedo pasar?- Antes de que pudiera afirmarlo entró y se sentó en el sofá blanco.

-Sí, Anne, puedes entrar- dijo Amy con sorna.- ¿Qué te cuente que?

-Lo que pasó anoche, ¿qué va a ser sino?

-¿Quieres un café?- desvió la conversación ella.

-Sí, pero también quiero saber que pasó.- Estaba decidida a irse de allí con todo los detalles y no había vuelta atrás.

-Vale, no te preocupes. Pareces una cría de quince años, ¿sabes?- Y se echó a reír.

-Pues pareceré pero al menos me intereso por ti- después de decir esto le hizo una mueca de disgusto.

Puso una cápsula de café en su Nespresso y esperó hasta que estuvo hecho, después repitió el proceso y cuando estuvieron los dos cafés se los llevó a la mesa junto a el azúcar y la leche merengada.

Anne, sin una palabra cogió uno de los vasos y se echó leche y azúcar. Bebió un sorbo y miró a Amy que estaba ya con el vaso en la boca.

-¿No le has echado azúcar?- se extrañó Anne.

-Me lo tomo sin nada.

La amiga se extrañó ante sus gustos. ¿Café solo? Jamás lo había pensado.

-A lo que vamos, no me desvíes del tema- se acercó un poco más a ella.- ¿Qué pasó? Suelta.

-Solo cenamos, nos tomemos unas copas y volvimos a casa.- Se llevó el vaso a la boca justo después de decir esas palabras y bebió un sorbo con los ojos cerrados.

-Eso no es cierto, ¿verdad?

Un sonido la interrumpió, un sonido que conocía muy bien. Anne miró a su amiga con malas intenciones. A veces podía ser demasiado cotilla. 

-Ni se te ocurra- dijo la anfitriona mientras se levantaba despacio con “Call me maybe” de fondo, pero su amiga ya tenía una estrategia.

Salió a correr hasta su habitación y cogió el móvil con una habilidad increíble. Miró la pantalla táctil y vio un nombre, su nombre.

-Dios mío, ¿ya te está llamando por la mañana? Eso es algo, cielo- la picó Anne.

-Cállate ya y suelta mi móvil.- Se lo quitó de las manos, suspiró y lo cogió.- ¿Mike?

-Perdón por molestar, pero se me acaba de ocurrir una idea genial- se le oía ilusionado y eso le encantaba.- ¿Estás sola?

-No hijo, no. Tengo a señorita cotilla- bromeó.- ¿Qué se te a ocurrido?

-¿Señorita cotilla, quién es esa?

-Es Anne, la enfermera, ¿recuerdas?

Anne se estaba partiendo de risa. No podía creer lo que estaba escuchando.

-Ah, ya me acuerdo, salúdala de mi parte- rió un poco y siguió.- Se me ha ocurrido un lugar para ir esta noche, pero es una sorpresa.

-Mañana tengo que trabajar, no será como anoche ¿no?- frunció el ceño al ver el semblante de Anne.

-No, ni parecido. No llegarás muy tarde a casa, tranquila. ¿Te parece bien entonces?

-Vale, pero también tenemos que hablar de una cosa. Yo no puedo darme más juergas como la de anoche, ¡no tengo dieciséis años!- bromeó pero era cierto que tenía que comentárselo.

-Bien, hablaremos de eso más tarde. Te recojo a las siete en tu casa- estaba más que contento, fascinado.- Un segundo, si ayer estuviste de guardia, ¿cómo que tienes que trabajar mañana?

-Solo es por la mañana, de siete a dos, pero tengo que madrugar- al decir estas palabras recordó que solo veinticuatro horas antes Mike estaba ingresado. Dio gracias a Dios por que solo había sido un ataque.- Nos vemos a las siete.

Colgó el móvil rápidamente sin despedirse si quiera, no le apetecía que Anne bromeara con eso.

 -¡Pero que sosa!- exclamó.- ¡Ni siquiera te has despedido!

-Mira Anne, ya sabes que salgo con Mike, no bromees con esto por favor- le suplicó.

-Está bien, ¿qué te parece si vamos de compras? Tienes que ir guapa a tu cita- intentó sonar lo más seria posible.

-Está bien, pero no te pongas pesada, ¿eh?- sonrió.

~ # ~

Se había levantado hacía bastante rato, la cama estaba desecha y el móvil estaba cerca, muy cerca.

Una idea le recomía la cabeza. “¿Debo hacerlo?”. Se decía que si pero, ¿realmente quería? Ni ella misma lo sabía.

Tras unos momentos pensando que estaría bien, decidió hacerlo, aunque no era lo mejor que podía hacer.

Sentía demasiadas cosas; rabia, celos, nervios y sobre todo y aunque intentaba evitarlo a toda costa amor. Aunque no quisiera admitirlo lo seguía queriendo, pero había cometido un error que no podía solucionar fácilmente.

Se llevó el móvil al oído y oyó el primer pitido y el segundo. Empezaba a inquietarse cuando se oyó al otro lado:

-¿Si?

-Hola- dijo tímidamente.

Tras un silencio que casi se le hizo eterno la voz de Mike resonó seca y dura.

-No me llames más.

-Mike, solo quería...

-Déjalo vale- la cortó- no voy a hablar más contigo, te he olvidado ya. ¿Te queda claro?

-Pero...

-¡No hay pero que valga!- chilló él.- Lo nuestro se acabó, entiéndelo de una vez. Estoy rehaciendo mi vida y espero que al menos eso lo respetes.

-Pero si solo hace...

-¿Seis meses? ¿Te parece poco? Seis meses sin saber nada de ti y ahora vienes cuando he encontrado a alguien.- Estaba realmente disgustado, se le notaba en el tono de voz.

No le dio tiempo a replicar, ya había colgado.

Mientras la ira subía por sus venas y el móvil caía al suelo se maldijo a sí misma y a la persona que Mike había encontrado.

~ # ~

-Que calor- susurró mientras se encajaba el vestido.- No puedo llevar esto, es demasiado elegante.

-No seas tonta- la interrumpió su amiga- debes ir lo mejor posible.

Amy miraba con cara de desconsolación a Anne. Ese vestido de palabra de honor rojo y esos tacones de quince centímetros no eran apropiados. Mike había dicho que no iban a ir a ningún lugar en especial. ¿Para que llevar esa ropa?

-Mira Anne- dijo mientras se quitaba el vestido-, me voy a poner una camiseta y unos pantalones cortos vaqueros y me da igual lo que digas.

-¿Y para qué te compras el vestido?- Anne tenía la boca abierta.

-Para otra ocasión, quizás.- Tras recapacitar soltó.- Mejor, quédatelo tú.

Anne sonrió y la abrazó. Aún en ropa interior Amy le devolvió el abrazo.

-Muchas gracias, me encanta el vestido, sinceramente.

Después de reír como locas, Amy si puso una camiseta de manga corta de color amarillo y unos pantalones vaqueros cortos. Terminó unas zapatillas deportivas blancas.

-Estás perfecta- apuntó su amiga desde la puerta de la habitación mientras Amy se miraba al espejo dudosa.

-¿Tú crees?

-No lo creo, lo veo.

Los ojos de ambas se encontraron en el espejo. Amy miró hacia atrás y le sonrió.

-Eres un cielo, ¿lo sabías?

-¿Ahora te das cuenta?- bromeó.

Unos momentos después Amy cogía su bolso, abarrotado de cosas como de costumbre y salía de el apartamento acompañada de Anne. Las dos amigas se separaron poco después, cuando Amy divisó a Mike a lo lejos.

-No quiero ser un estorbo, me marcho ya.- Le dio dos besos a su amiga y se despidió con la mano mientras se alejaba.

-Adiós Anne, muchas gracias.

Mike se acercaba poco a poco mientras que Amy se preguntaba como podía vestir tan bien. Llevaba unos pantalones azules oscuros y una camiseta blanca con un logotipo de “Chupa-chups” en amarillo.

Él al verla a ella pensó lo mismo, sus piernas delgadas y largas al descubierto llamaron su atención. No se había fijado antes. Su larga cabellera rubia le caía en forma de cascada por la espalda y sus labios rosados resaltaban con su piel.

La quería, la quería muchísimo e iba a hacer hasta lo imposible para que nada ni nadie se interpusiera entre ellos.